martes, 16 de octubre de 2012

CUENTOS

                                                             CUENTOS


El enano saltarín
Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió para darse importancia: - Además de bonita, es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca. El rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio.
Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de paja, donde había también una rueca: - Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada. La pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció hilar la paja en oro a cambio de su collar.
La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas, el enano hilaba la paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni una brizna de paja y la habitación refulgía por el oro. Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: - Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitación. - Y le señaló una estancia más grande y más repleta de oro que la del día anterior.
La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, apareció el enano saltarín: - ¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro? - preguntó al hacerse visible. - Sólo tengo esta sortija - Dijo la doncella tendiéndole el anillo. - Empecemos pues, - respondió el enano. Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado.
Pero la codicia del rey no tenía fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: - Repetirás la hazaña una vez más, si lo consigues, te haré mi esposa - Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero, nunca encontraría mujer con dote mejor. Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo apareció el grotesco enano: - ¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema? - Preguntó, saltando, a la chica.
- No tengo más joyas que ofrecerte - y pensando que esta vez estaba perdida, gimió desconsolada. - Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo - demandó el enanillo. Aceptó la muchacha: “Quién sabe cómo irán las cosas en el futuro” - Dijo para sus adentros. Y como ya había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba.
Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de los esponsales. Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa.
- Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras. - ¿Cómo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo - exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: - Tienes tres días para averiguar cuál es mi nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño.
Por más que pensó y se devanó los sesos la molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta. Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta de una pequeña cabaña cantando: - “Yo sólo tejo, a nadie amo y Rumpelstilzchen me llamo”
Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: - ¡Te llamas Rumpelstilzchen! - ¡No puede ser! - gritó él - ¡No lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo! - Y tanto y tan grande fue su enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentó sacarla, el enano se partió por la mitad.


El tesoro perdido

El sol poniente se hundía de los picos helados de las montañas y éstos se tornaban rojos como ascuas. En las azoteas de las casas de Lhasa, los niños hacían volar cometas de brillantes colores sujetas a hilos espolvoreados con el polvo de vidrio. Los niños corrían y brincaban entrelazándose —con las cometas siguiendo sus movimientos—, mientras reían alborotadamente tratando de cortarse mutuamente los hilos de las cometas. Un niño de unos seis años estaba sentado junto a su tío, un monje vestido con hábitos de color marrón. Observaban a la cometa del niño elevarse cada vez más en el cielo. Sostenida por el viento, estaba tan alta, que parecía que no se movía. Sin dejar de mirar a la cometa, el niño dijo:
—Cuéntame un cuento, tío.
El monje sonrió entre dientes.
—Una historia antigua, pues
“Un padre le dijo a su hijo —empezó el monje—: `Voy a morir pronto, hijo mío. Llévate mi oro a tu casa. Es tuyo. Pero recuerda que no has de fiarte de nadie. Ni siquiera de tu esposa´. El padre confiaba en que su hijo, Sonam, tendría presente su consejo y comprendería cómo se estilan las cosas en el mundo.
“Pero Sonam tenía un gran amigo, de nombre Tamchu. De niños habían ido a la escuela juntos, y por las tardes habían jugado al juego del volante con el pie. Tamchu vivía en la aldea próxima con su mujer y sus dos hijos pequeños.
“Un día Sonam decidió salir de peregrinaje al monasterio santo y pensó: `Cuando mi padre estaba vivo, me dijo que no me fiara de nadie´. Pero cuando pensó en su amigo Tamchu, no podía admitir que estas palabras debieran aplicarse también a éste. No a Tamchu. Así pues, llevó sus dos bolsas de pepitas de oro a casa de su amigo y le dijo: `Tamchu, por favor, guárdame el oro mientras esté fuera. Este es el oro que mi padre me dio al morir´.
Tamchu dijo: `Oh, sí, naturalmente. Guardaré tu oro con mucho cuidado, y cuando vuelvas de tu peregrinaje, aquí lo encontrarás. No tienes por qué preocuparte. Somos buenos amigos´.
“Así —continuó el monje—, pasó un año y Sonam volvió de su peregrinaje. Fue a casa de Tamchu y le pidió a su amigo: `¿Puedes devolverme mi oro, Tamchu?´.
`¡Oh, lo siento muchísimo, Sonam!, ¡Qué desgracia, qué desgracia! ¡El oro se ha convertido en arena!´, contestó Tamchu, mirando a su amigo con cara de estar muy asombrado. Pero Sonam, mientras su amigo le contaba este singular acontecimiento, no pareció sorprendido y, después de unos minutos de silencio, dijo: `Está bien, Tamchu, no te preocupes; hiciste todo lo que pudiste para vigilar mi oro´.
“Los dos hombres comieron juntos y pareció como si la pérdida del oro hubiera sido olvidada por completo. Al atardecer, Sonam dijo a su amigo: `Tamchu, me gustaría cuidar de tus hijos durante unos meses, ya que no tengo familia propia. Me gustaría darles buena comida y buena ropa. Serían muy felices en mi casa´.
`¡Muy buena idea, Sonam!´, dijo Tamchu, quien pensó: `Aunque ha perdido todo su oro a mis manos, quiere cuidar de mis hijos. Ciertamente, es muy buena persona´. Y así, añadió: `Desde luego, Sonam. Llévate a mis hijos todo el tiempo que quieras´.
Sonam se llevó a los niños a su casa y los cuidó muy bien. Pero compró dos monos pequeños y les puso los nombres de los niños. Durante los días que siguieron, adiestró a los monos para que cuando él llamase `¡Tendxin, ven aquí!´, el mono mayor corriera hacia él, y que cuando llamase `¡Thupten, ven aquí!´, el mono más joven fuera hacia él. Los monos comprendieron muy bien y aprendieron muy rápido.
Cuando Tamchu fue a ver a sus hijos, Sonam mostró un triste semblante a su amigo: `¡Oh lo siento muchísimo, Tamchu! —dijo— ¡Qué desgracia!, ¡qué desgracia! ¡Tus hijos se han convertido en monos!´.
Tamchu quedó agobiado y llamó a sus hijos por sus nombres. Al instante, aparecieron los dos monitos y corrieron hacia él. Cogieron de la mano a Tamchu y bailaron a su alrededor como si fuesen chiquillos. Tamchu quedó muy apenado y preguntó a su amigo: `Sonam, ¿qué podemos hacer?¿Cómo podemos hacer que estos monos se conviertan de nuevo en mis hijos?´.
Sonam estuvo pensativo unos instantes y luego le dijo a su amigo:
—Eso es fácil, pero para ello necesitamos mucho oro.
—¿Cuánto oro bastaría? —preguntó Tamchu.
—Unas dos bolsas de pepitas de oro, por lo menos.
—Tan pronto como pueda traeré las bolsas de oro —dijo Tamchu, que salió corriendo hacia su casa.
Más tarde, volvió y le dio el oro a su amigo. Sonam lo cogió y le dijo a Tamchu que esperase mientras él subía al piso de arriba. Al cabo de unos momentos, volvió a bajar.
`Ahí tienes, Tamchu. He transformado de nuevo a los monos en seres humanos, en tus hijos´.
Tamchu estuvo encantado de recobrar a sus hijos, pero miró con empacho a Sonam. Pero enseguida, los dos amigos no pudieron romper a reír”.
Al terminar esta historia, el propio monje rompió a reír al ver cómo el hilo de la cometa de su sobrino había sido cortado mientras éste escuchaba el relato. Ambos contemplaron a la cometa flotar sobre el valle de Lhasa y volar hacia los dorados tejados del Potala.
TEN CUIDADO CON LA MIEL QUE SE TE OFRECE SOBRE UN CUCHILLO AFILADO

Los 12 hermanos

Éranse una vez un rey y una reina que vivían en buena paz y contentamiento con sus doce hijos, todos varones. Un día, el Rey dijo a su esposa:
— Si el hijo que has de tener ahora es una niña, deberán morir los doce mayores, para que la herencia sea mayor y quede el reino entero para ella.

Y, así, hizo construir doce ataúdes y llenarlos de virutas de madera, colocando además, en cada uno, una almohadilla. Luego dispuso que se guardasen en una habitación cerrada, y dio la llave a la Reina, con orden de no decir a nadie una palabra de todo ello.
Pero la madre se pasaba los días triste y llorosa, hasta que su hijo menor, que nunca se separaba de su lado y al que había puesto el nombre de Benjamín, como en la Biblia, le dijo, al fin:
— Madrecita, ¿por qué estás tan triste?
— ¡Ay, hijito mío! -respondióle ella-, no puedo decírtelo.

Pero el pequeño no la dejó ya en reposo, y, así, un día ella le abrió la puerta del aposento y le mostró los doce féretros llenos de virutas, diciéndole:
— Mi precioso Benjamín, tu padre mandó hacer estos ataúdes para ti y tus once hermanos; pues si traigo al mundo una niña, todos vosotros habréis de morir y seréis enterrados en ellos.
Y como le hiciera aquella revelación entre amargas lágrimas, quiso el hijo consolarla y le dijo:
— No llores, querida madre; ya encontraremos el medio de salir del apuro. Mira, nos marcharemos.

Respondió ella entonces:
— Vete al bosque con tus once hermanos y cuidad de que uno de vosotros esté siempre de guardia, encaramado en la cima del árbol más alto y mirando la torre del palacio. Si nace un niño, izaré una bandera blanca, y entonces podréis volver todos; pero si es una niña, pondré una bandera roja. Huid en este caso tan deprisa como podáis, y que Dios os ampare y guarde. Todas las noches me levantaré a rezar por vosotros: en invierno, para que no os falte un fuego con que calentaros; y en verano, para que no sufráis demasiado calor.

Después de bendecir a sus hijos, partieron éstos al bosque. Montaban guardia por turno, subido uno de ellos a la copa del roble más alto, fija la mirada en la torre. Transcurridos once días, llególe la vez a Benjamín, el cual vio que izaban una bandera. ¡Ay! No era blanca, sino roja como la sangre, y les advertía que debían morir. Al oírlo los hermanos, dijeron encolerizados:
— ¡Qué tengamos que morir por causa de una niña! Juremos venganza. Cuando encontremos a una muchacha, haremos correr su roja sangre. Adentráronse en la selva, y en lo más espeso de ella, donde apenas entraba la luz del día, encontraron una casita encantada y deshabitada:
— Viviremos aquí -dijeron-. Tú, Benjamín, que eres el menor y el más débil, te quedarás en casa y cuidarás de ella, mientras los demás salimos a buscar comida.

Y fuéronse al bosque a cazar liebres, corzos, aves, palomitas y cuanto fuera bueno para comer. Todo lo llevaban a Benjamín, el cual lo guisaba y preparaba para saciar el hambre de los hermanos. Así vivieron juntos diez años, y la verdad es que el tiempo no se les hacía largo.

Entretanto había crecido la niña que diera a luz la Reina; era hermosa, de muy buen corazón, y tenía una estrella de oro en medio de la frente. Un día que en palacio hacían colada, vio entre la ropa doce camisas de hombre y preguntó a su madre:
— ¿De quién son estas doce camisas? Pues a mi padre le vendrían pequeñas.
Le respondió la Reina con el corazón oprimido:
— Hijita mía, son de tus doce hermanos.
— ¿Y dónde están mis doce hermanos -dijo la niña-. Jamás nadie me habló de ellos:

La Reina le dijo entonces:
— Dónde están, sólo Dios lo sabe. Andarán errantes por el vasto mundo. Y, llevando a su hija al cuarto cerrado, abrió la puerta y le mostró los doce ataúdes, llenos de virutas y con sus correspondientes almohadillas:
— Estos ataúdes -díjole- estaban destinados a tus hermanos, pero ellos huyeron al bosque antes de nacer tú -y le contó todo lo ocurrido. Dijo entonces la niña:
— No llores, madrecita mía, yo iré en busca de mis hermanos.
Y cogiendo las doce camisas se puso en camino, adentrándose en el espeso bosque.

Anduvo durante todo el día, y al anochecer llegó a la casita encantada. Al entrar en ella encontróse con un mocito, el cual le preguntó:
— ¿De dónde vienes y qué buscas aquí? -maravillado de su hermosura, de sus regios vestidos y de la estrella que brillaba en su frente.
— Soy la hija del Rey -contestó ella- y voy en busca de mis doce hermanos; y estoy dispuesta a caminar bajo el cielo azul, hasta que los encuentre.

Mostróle al mismo tiempo las doce camisas, con lo cual Benjamín conoció que era su hermana.
— Yo soy Benjamín, tu hermano menor- le dijo. La niña se echó a llorar de alegría, igual que Benjamín, y se abrazaron y besaron con gran cariño. Después dijo el muchacho:
— Hermanita mía, queda aún un obstáculo. Nos hemos juramentado en que toda niña que encontremos morirá a nuestras manos, ya que por culpa de una niña hemos tenido que abandonar nuestro reino.
A lo que respondió ella:
— Moriré gustosa, si de este modo puedo salvar a mis hermanos.
— No, no -replicó Benjamín-, no morirás; ocúltate debajo de este barreño hasta que lleguen los once restantes; yo hablaré con ellos y los convenceré.

Hízolo así la niña.
Ya anochecido, regresaron de la caza los demás y se sentaron a la mesa. Mientras comían preguntaron a Benjamín:
— ¿Qué novedades hay?
A lo que respondió su hermanito:
— ¿No sabéis nada?
— No -dijeron ellos.
— ¿Conque habéis estado en el bosque y no sabéis nada, y yo, en cambio, que me he quedado en casa, sé más que vosotros? -replicó el chiquillo.
— Pues cuéntanoslo -le pidieron.
— ¿Me prometéis no matar a la primera niña que encontremos?
— Sí -exclamaron todos-, la perdonaremos; pero cuéntanos ya lo que sepas.
— Entonces dijo Benjamín:
— Nuestra hermana está aquí -y, levantando la cuba, salió de debajo de ella la princesita con sus regios vestidos y la estrella dorada en la frente, más linda y delicada que nunca ¡Cómo se alegraron todos y cómo se le echaron al cuello, besándola con toda ternura!

La niña se quedó en casa con Benjamín para ayudarle en los quehaceres domésticos, mientras los otros once salían al bosque a cazar corzos, aves y palomitas para llenar la despensa. Benjamín y la hermanita cuidaban de guisar lo que traían.

Ella iba a buscar leña para el fuego, y hierbas comestibles, y cuidaba de poner siempre el puchero en el hogar a tiempo, para que al regresar los demás encontrasen la comida dispuesta. Ocupábase también en la limpieza de la casa y lavaba la ropa de las camitas, de modo que estaban en todo momento pulcras y blanquísimas. Los hermanos hallábanse contentísimos con ella, y así vivían todos en gran unión y armonía. He aquí que un día los dos pequeños prepararon una sabrosa comida, y, cuando todos estuvieron reunidos, celebraron un verdadero banquete; comieron y bebieron, más alegres que unas pascuas.

Pero ocurrió que la casita encantada tenía un jardincito, en el que crecían doce lirios de esos que también se llaman «estudiantes». La niña, queriendo obsequiar a sus hermanos, cortó las doce flores, para regalar una a cada uno durante la comida. Pero en el preciso momento en que acabó de cortarlas, los muchachos se transformaron en otros tantos cuervos, que huyeron volando por encima del bosque, al mismo tiempo que se esfumaba también la casa y el jardín. La pobre niña se quedó sola en plena selva oscura, y, al volverse a mirar a su alrededor, encontróse con una vieja que estaba a su lado y que le dijo:
— Hija mía. ¿qué has hecho? ¿Por qué tocaste las doce flores blancas?

Eran tus hermanos, y ahora han sido convertidos para siempre en cuervos. A lo que respondió la muchachita, llorando:
— ¿No hay, pues, ningún medio de salvarlos?
— No -dijo la vieja-. No hay sino uno solo en el mundo entero, pero es tan difícil que no podrás libertar a tus hermanos: pues deberías pasar siete años como muda, sin hablar una palabra ni reír. Una palabra sola que pronunciases, aunque faltara solamente una hora para cumplirse los siete años, y todo tu sacrificio habría sido inútil: aquella palabra mataría a tus hermanos.

Díjose entonces la princesita, en su corazón: «Estoy segura de que redimiré a mis hermanos». Y buscó un árbol muy alto, se encaramó en él y allí se estuvo hilando, sin decir palabra ni reírse nunca.

Sucedió, sin embargo, que entró en el bosque un Rey, que iba de cacería. Llevaba un gran lebrel, el cual echó a correr hasta el árbol que servía de morada a la princesita y se puso a saltar en derredor, sin cesar en sus ladridos. Al acercarse el Rey y ver a la bellísima muchacha con la estrella en la frente, quedó tan prendado de su hermosura que le preguntó si quería ser su esposa. Ella no le respondió de palabra; únicamente hizo con la cabeza un leve signo afirmativo. Subió entonces el Rey al árbol, bajó a la niña, la montó en su caballo y la llevó a palacio. Celebróse la boda con gran solemnidad y regocijo, pero sin que la novia hablase ni riese una sola vez.

Al cabo de unos pocos años de vivir felices el uno con el otro, la madre del Rey, mujer malvada si las hay, empezó a calumniar a la joven Reina, diciendo a su hijo:
— Es una vulgar pordiosera esa que has traído a casa; quién sabe qué perversas ruindades estará maquinando en secreto. Si es muda y no puede hablar, siquiera podría reír; pero quien nunca ríe no tiene limpia la conciencia.

Al principio, el Rey no quiso prestarle oídos; pero tanto insistió la vieja y de tantas maldades la acusó, que, al fin, el Rey se dejó convencer y la condenó a muerte.
Encendieron en la corte una gran pira, donde la reina debía morir abrasada. Desde una alta ventana, el Rey contemplaba la ejecución con ojos llorosos, pues seguía queriéndola a pesar de todo. Y he aquí que cuando ya estaba atada al poste y las llamas comenzaban a lamerle los vestidos, sonó el último segundo de los siete años de su penitencia.

Oyóse entonces un gran rumor de alas en el aire, y aparecieron doce cuervos, que descendieron hasta posarse en el suelo. No bien lo hubieron tocado, se transformaron en los doce hermanos, redimidos por el sacrificio de la princesa. Apresuráronse a dispersar la pira y apagar las llamas, desataron a su hermana y la abrazaron y besaron tiernamente.

Y puesto que ya podía abrir la boca y hablar, contó al Rey el motivo de su mutismo y de por qué nunca se había reído. Mucho se alegró el Rey al convencerse de que era inocente, y los dos vivieron juntos y muy felices hasta su muerte. La malvada suegra hubo de comparecer ante un tribunal, y fue condenada. Metida en una tinaja llena de aceite hirviente y serpientes venenosas, encontró en ella una muerte espantosa.

Ricitos de oro

Erase una vez una tarde , se fue Ricitos de Oro al bosque y se puso a coger flores. Cerca de alli, habia una cabaña muy bonita , y como Ricitos de Oro era una niña muy curiosa , se acerco paso a paso hasta la puerta de la casita. Y empujo.
La puerta estaba abierta. Y vio una mesa.
Encima de la mesa habia tres tazones con leche y miel. Uno , era grande; otro, mediano; y otro, pequeño. Ricitos de Oro tenia hambre, y probo la leche del tazon mayor. ¡Uf! ¡Esta muy caliente!
Luego, probo del tazon mediano. ¡Uf! ¡Esta muy caliente! Despues, probo del tazon pequeñito, y le supo tan rica que se la tomo toda, toda.
Habia tambien en la casita tres sillas azules: una silla era grande, otra silla era mediana, y otra silla era pequeñita. Ricitos de Oro fue a sentarse en la silla grande, pero esta era muy alta. Luego, fue a sentarse en la silla mediana. Pero era muy ancha. Entonces, se sento en la silla pequeña, pero se dejo caer con tanta fuerza, que la rompio.
Entro en un cuarto que tenia tres camas. Una, era grande; otra, era mediana; y otra, pequeña.
La niña se acosto en la cama grande, pero la encontro muy dura. Luego, se acosto en la cama mediana, pero tambien le perecio dura.
Despues, se acosto, en la cama pequeña. Y esta la encontro tan de su gusto, que Ricitos de Oro se quedo dormida.
Estando dormida Ricitos de Oro, llegaron los dueños de la casita, que era una familia de Osos, y venian de dar su diario paseo por el bosque mientras se enfriaba la leche. Uno de los Osos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el padre. Otro, era mediano y usaba cofia, porque era la madre. El otro, era un Osito pequeño y usaba gorrito: un gorrito muy pequeño.
El Oso grande, grito muy fuerte: -¡Alguien ha probado mi leche! El Oso mediano, gruño un poco menos fuerte: -¡Alguien ha probado mi leche! El Osito pequeño dijo llorando con voz suave: se han tomado toda mi leche!
Los tres Osos se miraron unos a otros y no sabian que pensar.
Pero el Osito pequeño lloraba tanto, que su papa quiso distraerle. Para conseguirlo, le dijo que no hiciera caso , porque ahora iban a sentarse en las tres sillas de color azul que tenian, una para cada uno.
Se levantaron de la mesa, y fueron a la salita donde estaban las sillas.
¿Que ocurrio entonces?.
El Oso grande grito muy fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla! El Oso mediano gruño un poco menos fuerte.. -¡Alguien ha tocado mi silla! El Osito pequeño dijo llorando con voz suave: se han sentado en mi silla y la han roto!
Siguieron buscando por la casa, y entraron en el cuarto de dormir. El Oso grande dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama! El Oso mediano dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama!
Al mirar la cama pequeñita, vieron en ella a Ricitos de Oro, y el Osito pequeño dijo:
-¡Alguien esta durmiendo en mi cama!
Se desperto entonces la niña, y al ver a los tres Osos tan enfadados, se asusto tanto, que dio un salto y salio de la cama.
Como estaba abierta una ventana de la casita, salto`por ella Ricitos de Oro, y corrio sin parar por el bosque hasta que encontro el camino de su casa.

La bella durmiente

¡Baila, muñequita!

-Sí, es una canción para las niñas muy pequeñas -aseguró tía Malle-. Yo, con la mejor voluntad del mundo, no puedo seguir este «¡Baila, baila, muñequita mía!» -Pero la pequeña Amalia si la seguía; sólo tenía 3 años, jugaba con muñecas y las educaba para que fuesen tan listas como tía Malle.
Venía a la casa un estudiante que daba lecciones a los hermanos y hablaba mucho con Amalita y sus muñecas, pero de una manera muy distinta a todos los demás. La pequeña lo encontraba muy divertido, y, sin embargo, tía Malle opinaba que no sabía tratar con niños; sus cabecitas no sacarían nada en limpio de sus discursos. Pero Amalita sí sacaba, tanto, que se aprendió toda la canción de memoria y la cantaba a sus tres muñecas, dos de las cuales eran nuevas, una de ellas una señorita, la otra un caballero, mientras la tercera era vieja y se llamaba Lise. También ella oyó la canción y participó en ella.
¡Baila, baila, muñequita,
qué fina es la señorita!
Y también el caballero
con sus guantes y sombrero,
calzón blanco y frac planchado
y muy brillante calzado.
Son bien finos, a fe mía.
Baila, muñequita mía.
 
Ahí está Lisa, que es muy vieja,
aunque ahora no semeja,
con la cera que le han dado,
que sea del año pasado.
Como nueva está y entera.
Baila con tu compañera,
serán tres para bailar.
¡Bien nos vamos a alegrar!
Baila, baila, muñequita,
pie hacia fuera, tan bonita.
Da el primer paso, garbosa,
siempre esbelta y tan graciosa.
Gira y salta sin parar,
que muy sano es el saltar.
¡Vaya baile delicioso!
¡Son un grupo primoroso!
Y las muñecas comprendían la canción; Amalita también la comprendía, y el estudiante, claro está. Él la había compuesto, y decía que era estupenda. Sólo tía Malle no la entendía; no estaba ya para niñerías.
-¡Es una bobada! -decía. Pero Amalita no es boba, y la canta. Por ella es por quien la sabemos.
Hace muchos años vivían un rey y una reina quienes cada día decían: "¡Ah, si al menos tuviéramos un hijo!" Pero el hijo no llegaba. Sin embargo, una vez que la reina tomaba un baño, una rana saltó del agua a la tierra, y le dijo: "Tu deseo será realizado y antes de un año, tendrás una hija."

Lo que dijo la rana se hizo realidad, y la reina tuvo una niña tan preciosa que el rey no podía ocultar su gran dicha, y ordenó una fiesta. Él no solamente invitó a sus familiares, amigos y conocidos, sino también a un grupo de hadas, para que ellas fueran amables y generosas con la niña. Eran trece estas hadas en su reino, pero solamente tenía doce platos de oro para servir en la cena, así que tuvo que prescindir de una de ellas.

La fiesta se llevó a cabo con el máximo esplendor, y cuando llegó a su fin, las hadas fueron obsequiando a la niña con los mejores y más portentosos regalos que pudieron: una le regaló la Virtud, otra la Belleza, la siguiente Riquezas, y así todas las demás, con todo lo que alguien pudiera desear en el mundo.

Cuando la décimoprimera de ellas había dado sus obsequios, entró de pronto la décimotercera. Ella quería vengarse por no haber sido invitada, y sin ningún aviso, y sin mirar a nadie, gritó con voz bien fuerte: "¡La hija del rey, cuando cumpla sus quince años, se punzará con un huso de hilar, y caerá muerta inmediatamente!" Y sin más decir, dio media vuelta y abandonó el salón.

Todos quedaron atónitos, pero la duodécima, que aún no había anunciado su obsequio, se puso al frente, y aunque no podía evitar la malvada sentencia, sí podía disminuirla, y dijo: "¡Ella no morirá, pero entrará en un profundo sueño por cien años!"

El rey trataba por todos los medios de evitar aquella desdicha para la joven. Dio órdenes para que toda máquina hilandera o huso en el reino fuera destruído. Mientras tanto, los regalos de las otras doce hadas, se cumplían plenamente en aquella joven. Así ella era hermosa, modesta, de buena naturaleza y sabia, y cuanta persona la conocía, la llegaba a querer profundamente.

Sucedió que en el mismo día en que cumplía sus quince años, el rey y la reina no se encontraban en casa, y la doncella estaba sola en palacio. Así que ella fue recorriendo todo sitio que pudo, miraba las habitaciones y los dormitorios como ella quiso, y al final llegó a una vieja torre. Ella subió por las angostas escaleras de caracol hasta llegar a una pequeña puerta. Una vieja llave estaba en la cerradura, y cuando la giró, la puerta súbitamente se abrió. En el cuarto estaba una anciana sentada frente a un huso, muy ocupada hilando su lino.

"Buen día, señora," dijo la hija del rey, "¿Qué haces con eso?" - "Estoy hilando," dijo la anciana, y movió su cabeza.

"¿Qué es esa cosa que da vueltas sonando tan lindo?" dijo la joven.

Y ella tomó el huso y quiso hilar también. Pero nada más había tocado el huso, cuando el mágico decreto se cumplió, y ellá se punzó el dedo con él.

En cuanto sintió el pinchazo, cayó sobre una cama que estaba allí, y entró en un profundo sueño. Y ese sueño se hizo extensivo para todo el territorio del palacio. El rey y la reina quienes estaban justo llegando a casa, y habían entrado al gran salón, quedaron dormidos, y toda la corte con ellos. Los caballos también se durmieron en el establo, los perros en el césped, las palomas en los aleros del techo, las moscas en las paredes, incluso el fuego del hogar que bien flameaba, quedó sin calor, la carne que se estaba asando paró de asarse, y el cocinero que en ese momento iba a jalarle el pelo al joven ayudante por haber olvidado algo, lo dejó y quedó dormido. El viento se detuvo, y en los árboles cercanos al castillo, ni una hoja se movía.

Pero alrededor del castillo comenzó a crecer una red de espinos, que cada año se hacían más y más grandes, tanto que lo rodearon y cubrieron totalmente, de modo que nada de él se veía, ni siquiera una bandera que estaba sobre el techo. Pero la historia de la bella durmiente "Preciosa Rosa", que así la habían llamado, se corrió por toda la región, de modo que de tiempo en tiempo hijos de reyes llegaban y trataban de atravesar el muro de espinos queriendo alcanzar el castillo. Pero era imposible, pues los espinos se unían tan fuertemente como si tuvieran manos, y los jóvenes eran atrapados por ellos, y sin poderse liberar, obtenían una miserable muerte.

Y pasados cien años, otro príncipe llegó también al lugar, y oyó a un anciano hablando sobre la cortina de espinos, y que se decía que detrás de los espinos se escondía una bellísima princesa, llamada Preciosa Rosa, quien ha estado dormida por cien años, y que también el rey, la reina y toda la corte se durmieron por igual. Y además había oído de su abuelo, que muchos hijos de reyes habían venido y tratado de atravesar el muro de espinos, pero quedaban pegados en ellos y tenían una muerte sin piedad. Entonces el joven príncipe dijo:

-"No tengo miedo, iré y veré a la bella Preciosa Rosa."-

El buen anciano trató de disuadirlo lo más que pudo, pero el joven no hizo caso a sus advertencias.

Pero en esa fecha los cien años ya se habían cumplido, y el día en que Preciosa Rosa debía despertar había llegado. Cuando el príncipe se acercó a donde estaba el muro de espinas, no había otra cosa más que bellísimas flores, que se apartaban unas de otras de común acuerdo, y dejaban pasar al príncipe sin herirlo, y luego se juntaban de nuevo detrás de él como formando una cerca.

En el establo del castillo él vio a los caballos y en los céspedes a los perros de caza con pintas yaciendo dormidos, en los aleros del techo estaban las palomas con sus cabezas bajo sus alas. Y cuando entró al palacio, las moscas estaban dormidas sobre las paredes, el cocinero en la cocina aún tenía extendida su mano para regañar al ayudante, y la criada estaba sentada con la gallina negra que tenía lista para desplumar.

Él siguio avanzando, y en el gran salón vió a toda la corte yaciendo dormida, y por el trono estaban el rey y la reina.

Entonces avanzó aún más, y todo estaba tan silencioso que un respiro podía oirse, y por fin llegó hasta la torre y abrió la puerta del pequeño cuarto donde Preciosa Rosa estaba dormida. Ahí yacía, tan hermosa que él no podía mirar para otro lado, entonces se detuvo y la besó. Pero tan pronto la besó, Preciosa Rosa abrió sus ojos y despertó, y lo miró muy dulcemente.

Entonces ambos bajaron juntos, y el rey y la reina despertaron, y toda la corte, y se miraban unos a otros con gran asombro. Y los caballos en el establo se levantaron y se sacudieron. Los perros cazadores saltaron y menearon sus colas, las palomas en los aleros del techo sacaron sus cabezas de debajo de las alas, miraron alrededor y volaron al cielo abierto. Las moscas de la pared revolotearon de nuevo. El fuego del hogar alzó sus llamas y cocinó la carne, y el cocinero le jaló los pelos al ayudante de tal manera que hasta gritó, y la criada desplumó la gallina dejándola lista para el cocido.

El traje del emperador

Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados, ni le atraía el teatro, ni le gustaba pasear en coche por el bosque, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey que se encuentra en el Consejo, de él se decía siempre:
-El Emperador está en el ropero.
La gran ciudad en que vivía estaba llena de entretenimientos y era visitada a diario por numerosos turistas. Un día se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las telas más maravillosas que pudiera imaginarse. No sólo los colores y los dibujos eran de una insólita belleza, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de convertirse en invisibles para todos aquellos que no fuesen merecedores de su cargo o que fueran irremediablemente estúpidos.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los llevase, podría averiguar qué funcionarios del reino son indignos del cargo que desempeñan. Podría distinguir a los listos de los tontos. Sí debo encargar inmediatamente que me hagan un traje.
Y entregó mucho dinero a los estafadores para que comenzasen su trabajo.
Instalaron dos telares y simularon que trabajaban en ellos; aunque estaba totalmente vacíos. Con toda urgencia, exigieron las sedas más finas y el hilo de oro de la mejor calidad. Guardaron en sus alforjas todo esto y trabajaron en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber lo que ha avanzado con la tela», pensaba el Emperador, pero se encontraba un poco confuso en su interior al pensar que el que fuese tonto o indigno de su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que tuviera dudas sobre sí mismo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para ver cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban deseosos de ver lo tonto o inútil que era su vecino.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para ver si el trabajo progresa, pues tiene buen juicio, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos pícaros, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos.
«¡Dios me guarde! -pensó el viejo ministro, abriendo unos ojos como platos-. ¡Pero si no veo nada!». Pero tuvo buen cuidado en no decirlo.
Los dos estafadores le pidieron que se acercase y le preguntaron si no encontraba preciosos el color y el dibujo. Al decirlo, le señalaban el telar vacío, y el pobre ministro seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios mio! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No debo decir a nadie que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿No decís nada del tejido? -preguntó uno de los pillos.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujos y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Cuánto nos complace -dijeron los tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo ministro tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.

Los estafadores volvieron a pedir más dinero, más seda y más oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Lo almacenaron todo en sus alforjas, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en el telar vacío.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado del tejido y a informarse de si el traje quedaría pronto listo. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y remiró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-Precioso tejido, ¿verdad? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el funcionario-, luego, ¿será mi alto cargo el que no me merezco? ¡Qué cosa más extraña! Pero, es preciso que nadie se dé cuenta».
Así es que elogió la tela que no veía, y les expresó su satisfacción por aquellos hermosos colores y aquel precioso dibujo.
-¡Es digno de admiración! -informó al Emperador.
Todos hablaban en la ciudad de la espléndida tela, tanto que, el mismo Emperador quiso verla antes de que la sacasen del telar.
Seguido de una multitud de personajes distinguidos, entre los cuales figuraban los dos viejos y buenos funcionarios que habían ido antes, se encaminó a la sala donde se encontraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo afanosamente, aunque sin hebra de hilo.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados funcionarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -, y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían perfectamente la tela.
«¿Qué es esto? -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tonto? ¿O es que no merezco ser emperador? ¡Resultaría espantoso que fuese así!».
-¡Oh, es bellísima! -dijo en voz alta-. Tiene mi real aprobación-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío, sin decir ni una palabra de que no veía nada.
Todos el séquito miraba y remiraba, pero ninguno veía absolutamente nada; no obstante, exclamaban, como el Emperador:
-¡Oh, es bellísima!-, y le aconsejaron que se hiciese un traje con esa tela nueva y maravillosa, para estrenarlo en la procesión que debía celebrarse próximamente.
-¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todos estaban entusiasmados con ella.
El Emperador concedió a cada uno de los dos bribones una Cruz de Caballero para que las llevaran en el ojal, y los nombró Caballeros Tejedores.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con más de dieciséis lámparas encendidas. La gente pudo ver que trabajaban activamente en la confección del nuevo traje del Emperador. Simularon quitar la tela del telar, cortaron el aire con grandes tijeras y cosieron con agujas sin hebra de hilo; hasta que al fin, gritaron:

-¡Mirad, el traje está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros más distinguidos, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-¡Estos son los pantalones! ¡La casaca! ¡El manto! ...Y así fueron nombrando todas las piezas del traje. Las prendas son ligeras como si fuesen una tela de araña. Se diría que no lleva nada en el cuerpo, pero esto es precisamente lo bueno de la tela.
-¡En efecto! -asintieron todos los cortesanos, sin ver nada, porque no había nada .
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad a quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones-, para que podamos probarle los nuevos vestidos ante el gran espejo?
El Emperador se despojó de todas sus prendas, y los pícaros simularon entregarle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Luego hicieron como si atasen algo a la cintura del Emperador: era la cola; y el Monarca se movía y contoneaba ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaron todos-. ¡Qué dibujos! ¡Qué colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio para la procesión os espera ya en la calle, Majestad -anunció el maestro de ceremonias.
-¡Sí, estoy preparado! -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? -y de nuevo se miró al espejo, haciendo como si estuviera contemplando sus vestidos.
Los chambelanes encargados de llevar la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y siguieron con las manos en alto como si estuvieran sosteniendo algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada.
Y de este modo marchó el Emperador en la procesión bajo el espléndido palio, mientras que todas las gentes, en la calle y en las ventanas, decían:
-¡Qué precioso es el nuevo traje del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué bien le sienta! -nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que no veían nada, porque eso hubiera significado que eran indignos de su cargo o que eran tontos de remate. Ningún traje del Emperador había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios mio, escuchad la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo empezó a cuchichear sobre lo que acababa de decir el pequeño.
-¡Pero si no lleva nada puesto! ¡Es un niño el que dice que no lleva nada puesto!
-¡No lleva traje! -gritó, al fin, todo el pueblo.
Aquello inquietó al Emperador, porque pensaba que el pueblo tenía razón; pero se dijo:
-Hay que seguir en la procesión hasta el final.
Y se irguió aún con mayor arrogancia que antes; y los chambelanes continuaron portando la inexistente cola.




MEDIOS DE COMUNICASION

                                       MEDIOS DE COMUNICASION



Con el término medio de comunicación (del latín medĭum, pl. medĭa), se hace referencia al instrumento o forma de contenido por el cual se realiza el proceso comunicacional o comunicación. Usualmente se utiliza el término para hacer referencia a los medios de comunicación masivos (MCM, medios de comunicación de masas o mass media); sin embargo, otros medios de comunicación, como el teléfono, no son masivos sino interpersonales.

LA PRENSA



En Colombia, el inicio de la prensa como principal medio de comunicación está ligado estrechamente con la política. Casi todos los primeros periódicos del siglo XVIII fueron fundados por políticos que veían en este medio la mejor y más segura manera de expresar sus opiniones políticas sobre lo que sucedía en los años finales del período colonial.
Visite la página de la exposición "Un papel a toda prueba. 223 años de prensa diaria en Colombia", curada por el periodista Lorenzo Morales Regueros para la Biblioteca Luis Ángel Arango en 2012. 

EL RADIO

        


A nivel mundial, las primeras emisiones públicas de radio tuvieron lugar en el año de 1912, a raíz de la proliferación de señales de radio provenientes del transporte marítimo y de las estaciones terrestres de comunicación, especialmente. Muchos historiadores dicen que la radio pública se originó como consecuencia de las enormes dificultades de comunicación evidenciadas durante el hundimiento del Titanic, el 12 de abril de 1912, ya que éste trató de comunicarse durante tres días sin lograr una respuesta eficaz de las embarcaciones o puertos cercanos; una vez ocurrida la tragedia, comenzó la discusión en cada país en torno a la necesidad de reglamentar las emisiones radiofónicas, todo ello con el fin de lograr un sistema de comunicaciones más eficiente. 
Es hasta 1920 cuando le son asignadas frecuencias exclusivas a las estaciones de radio dentro de Estados Unidos. Durante la década siguiente se organizaron cientos de emisoras privadas mientras el Estado norteamericano apoyaba e incentivaba la aparición de las primeras cadenas radiales de comunicación en toda la extensión de su territorio. El gobierno norteamericano, ya en los primeros años de la radio, fue consciente del poder masivo que éste medio de comunicación tendría en la década siguiente.
La radio comercial, en términos cercanos a lo que hoy conocemos, nace en 1922. Su fin, inicialmente, era el de emitir "cuñas" publicitarias, a manera de apoyo al creciente mercado de productos en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, un año más tarde se comenzó a experimentar con el formato radial y se produjeron los primeros programas de narraciones e historias. Este formato tuvo una gran recepción por parte de la audiencia, que inmediatamente se comunicó con la cadena radial para sugerir su continuidad. Se había demostrado que el sonido resultaba un material innovador y sorprendente para la recreación de escenarios, por lo que el proceso experimental siguió su curso hasta 1932, cuando aparecen los primeros programadores de música, los discjockeys, y, con ellos, los estribillos (los famosos jingles) para los comerciales cantados.
 LA TELEVICION
      


LA INTERNET
Internet surgió de un proyecto desarrollado en Estados Unidos para apoyar a sus fuerzas militares. Luego de su creación fue utilizado por el gobierno, universidades y otros centros académicos.
Internet ha supuesto una revolución sin precedentes en el mundo de la informática y de las comunicaciones. Los inventos del telégrafo, teléfono, radio y ordenador sentaron las bases para esta integración de capacidades nunca antes vivida. Internet es a la vez una oportunidad de difusión mundial, un mecanismo de propagación de la información y un medio de colaboración e interacción entre los individuos y sus ordenadores independientemente de su localización geográfica. 



DIALOGO

                                                      EL   DIALOGO






El diálogo es una forma oral y escrito en la que se comunican dos o más personajes en un intercambio de ideas por cualquier medio.
También se usa como tipología textual en lingüística y en literatura cuando aparecen dos o más personajes que usan el discurso diegético, llamados interlocutores. En este sentido constituye la forma literaria propia del género literario dramático y, como tal, se divide en parlamentos o peroraciones entre personajes que se dirigen mutuamente la palabra.
Un diálogo puede consistir desde una amable conversación hasta una acalorada discusión sostenida entre los interlocutores, y es empleado en géneros literarios como la novela, el cuento, lafábula, el teatro o la poesía. En una obra literaria, un buen diálogo permite definir el carácter de los personajes: la palabra revela intenciones y estados de ánimo, en definitiva, lo que no se puede ver, y en ello radica su importancia. Esta modalidad exige un gran esfuerzo de creación, ya que obliga a penetrar en el pensamiento del personaje, como en el caso de Edipo rey de Sófocles.
También se considera un género literario propio, surgido en Grecia con los Diálogos de Platón, continuado por los romanos (Cicerón, por ejemplo) y revitalizado en el Renacimiento en latín (ErasmoLuis Vives, etc.) y en lenguas vulgares (Juan de ValdésPero Mexía etc.; como tal posee tres tipos diferenciados: el diálogo platónico, el diálogo ciceroniano y el diálogo lucianesco. El platónico tiene como objetivo hallar la verdad y un tema primordialmente filosófico. El ciceroniano posee un marco paisajístico bien constituido, es de tema primordialmente político, judicial y retórico y en él tienen cabida largas exposiciones. En el lucianesco, así llamado por su creador, Luciano de Samosata, predomina la intención satírica y el humor, y el tema puede ser muy variado, incluso fantástico.





Diálogos no literarios
A través del diálogo se produce el intercambio de mensajes entre dos o más interlocutores, que se convierten alternativamente en emiso­res y receptores A través de este intercambio comunicativo podemos ex­presar nuestros pensamientos, relatar hechos o acontecimientos, y describir cosas.
Las características principales del diálogo son:
  • las intervenciones sucesivas de emisor y receptor que toman la palabra alternativamente
  • la presencia de temas variados, según los intereses de los interlocutores o de uno de ellos (en el caso de la entrevista)
  • la improvisación en la for­ma de expresión, si se trata de formas textuales ubicadas en la vida cotidiana, propias del ámbito informal de la comunicación
  • el acompañamiento de códigos no verbales (gestos, movi­mientos, expresiones corporales, etc.)
 Según el lugar y la per­sona con la que conversamos, empleamos un nivel de expresión coloquial (amigos, familiares) o un nivel más elaborado.  Por ello, es necesario distinguir entre el dialogo no literario y el literario:
El diálogo no literario puede ser informal y espontá­neo (cualquier conversación oral) o formal y planificado (una entrevista, una encuesta, un debate...)
  • Diálogo informal: se produce en una charla cualquiera entre familiares, conocidos, compañeros del trabajo o amigos, en la breve conversación que establecemos con un vecino en el patio o el ascensor, o en un establecimiento comercial. Sus características son:
  • La espontaneidad y el lenguaje coloquial caracterizan a este tipo de diálogo
  • Los temas se tratan con naturalidad, no existe ningún tipo de preparación ni formalismo
  • El lenguaje tiene algunos rasgos propios:
  • Exclamaciones ¡Qué me dices!
  • Elementos para llamar la atención del interlocutor  ¿Sabes?
  • Palabras de léxico coloquial ¡No me mola nada! ¡Venga, hombre!
  • Aparición de oraciones inacabadas Si lo hubiera sabido... Este tiempo, está cada año... cada vez peor...
  • Alargamiento de sonidos Buenoooooo
  • Uso de gestos
  • Diálogo formal. Se produce en una situación planificada, cuando no hay una relación estrecha o cercana entre los interlocutores: Un caso muy cercano a nuestra situación puede ser la enttrevista de trabajo. Sus características son:
  • El tema que se va a tratar se conoce previamente
  • Las intervenciones se realizan siguiendo un orden determinado
  • Se observa un cuidado especial del lenguaje: vocabulario preciso, construcción de las oraciones  elaborada, uso de fórmulas de cortesía
  • Su estructura es similar a muchos actos de comunicación que hemos estudiado hasta ahora:
  • Apertura (fórmula de saludo, presentación del tema)
  • Desarrollo (núcleo de la conversación)
  • Despedida (fórmulas de agradecimiento y de despedida)


jueves, 11 de octubre de 2012

Mitos & Leyendas... es una sección fundamentalmente creada con la idea de incentivar la memoria patrimonial étnica, aparte de de proliferar la verdadera identidad cultural y ancestral de ‘nuestra gente’, para así promover y sobretodo conservar la enseñanza socio-cultural y tradicional de generación en generación.
Usted también puede hacerse partícipe y sugerir material de importancia para ser inmortalizado en ésta página – contáctenos.

La Llorona
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia

Diseño: Waosolo
Personaje: La llorona
Material: Plastilina
Según la versión de los campesinos, la Llorona es una mujer soltera que tuvo un hijo y lo ahogó en una quebrada para borrar su deshonra, y Dios la castigo condenándola a espiar su crimen en todas las quebradas del mundo a donde lleva a su hijo entre sus esqueléticos brazos. Se dice que no cesa de llorar lastimosamente, implorando compasión. Su llanto es tétrico, desesperado, profundo y desgarrador.

Diseño: Waosolo
Personaje: La llorona
Material: Plastilina

La Llorona es una mujer flaca, con ojos brotados y el rostro macilento y cadavérico por el desgaste del llanto y del sufrimiento.
La infortunada mujer no solo hace presencia en las quebradas si no también en las riveras de los ríos, en los riachuelos y en las orillas de los montes.
Quienes la han visto y han escuchado sus lamentos dicen que el drama es inefable: hiela la sangre, pone los pelos de punta y petrifica.
Es, pues, la Llorona, la imagen de la madre que llora el infortunio de haber causado la muerte a su hijo y con gritos letales, angustiosos y conmovedores y con lágrimas amargas paga la deuda de su pecado mortal.
Algunas sociedades la relacionan con una religiosa que después de haber tenido un desliz sexual con un sacerdote, desesperada se suicida y, como una replica del Judío Errante, aparece tarde en las noches en los pueblos donde hay monasterios y conventos, derramando lagrimas y lanzando gritos estrepitosos, y profiriendo frases de pesar y arrepentimiento

La Bruja
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia
Diseño: Waosolo
Personaje: La Bruja
Material: Plastilina
Hace 500 años en una noche de luna llena, se reunieron en plena selva chocoana, más de 50 mujeres que llegaron de distintos pueblitos del chocó y que tenían diferentes motivos para estar ahí, unas habían sido rechazadas por sus maridos. Otras se sentían ofendidas con su contraria, unas que juraban venganza, porque las sociedades las rechazaban por feas y chismosas, eran mujeres con ojos alborotados, flacas y huesudas, algunas muecas, con la nariz alargada, la boca puntiaguda y el pelo alborotado.
A eso de las doce de la noche, empezaron a hacer un ritual, de pronto se dejo venir una tempestad, la luna se escondió y la noche se hizo más oscura, de pronto en medio de candela y humo, apareció una figura con cola y cachos grandes, era el mismísimo Diablo.
Las mujeres temblaban de miedo, entonces el demonio les dijo: No tienen porque preocuparse, ustedes serán brujas reinas de la oscuridad y les hechizo; les daré poderes mágicos y podrán volar en escobas, serán mis aliadas, eso si, todo esto a cambio de sus almas y espíritus serán míos.

Diseño: Waosolo
Personaje: La Bruja
Material: Plastilina
Las brujas aceptaron el pacto con el demonio. Este se despidió diciéndoles: Ahora tienen el poder del mal, podrán volar a otros lugares de la tierra.
Donde quiera que vayan encontrarán brujas, algunas con mayor experiencia y edad que ustedes beben actuar con cautela porque los aliados de mi enemigo, las perseguirán para matarlas, por eso al salir la noche, pueden cambiar su piel por plumaje o piel de gallina, les doy el poder de convertirse en sapo, lechuza, gallina o murciélago, así escaparan porque la que atrapen, la colgaran de un árbol y la quemaran.
Otra vez hubo humo y un fuerte viento, entonces el diablo desapareció ante los ojos de las mujeres que después de haber hecho el pacto con el diablo, unas reían a carcajadas, mientras otras lloraban arrepentidas de lo que habían hecho, pero ya no había marcha atrás.
Desde entonces las brujas vuelan en busca de hacer maldad, otras que se roban a los niños, hay otras que de día están en su casa ven suerte y atinan, porque en las noches vuelan y se dan cuenta de la situación que está viviendo la persona. Muchas de ellas practican hechicería, en especial preparan maranguangos, quereme y otros menjurjes que les venden a los hombres que necesitan someter a mujeres o por el contrario mujer para atrapar a un hombre.
Los campesinos tienen la creencia que dejando un poquito de sal atrás de la puerta; la bruja no entrara a su casa. Muchos no creen en las brujas, pero de que las hay las hay. 



El Duende
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia
Diseño: Waosolo
Personaje: El Duende
Material: Plastilina
Es uno de los mitos más populares y difundidos en América. Según la creencia, hay dos tipos de duende: uno juguetón y otro malévolo.
Por lo regular, el duende es bajito y rechoncho, con aspecto juvenil y usa trajes brillantes o de color vivo para llamar la atención. A menudo protege su rostro con un sombrero de alas grandes de paja. Este tipo de duende vive en el espesor de los bosques, sobre los árboles. Cuando quiere molestar apela a la ociosidad, escondiéndole el dedal a las amas de casa, el hilo y la aguja; y al jornalero, ocultándole el azadón, el machete, el barretón, o la pala. En la cocina esconde el molinillo, la mano de moler, bota el agua de las ollas, sala la sopa. En las habitaciones esconde los zapatos, las medias, la ropa o apaga la luz; destiende las sabanas de la cama y tira las almohadas al suelo. Del duende juguetón se dice que ríe a carcajadas en los cielos rasos y toca flauta recostado contra los troncos de los árboles.
Diseño: Waosolo
Personaje: El Duende
Material: Plastilina
Al duende malévolo le gusta hacer ruidos insólitos que causan terror o espanto; se posesiona de las casas ajenas y las atormenta: tira piedras, verdaderas lluvias de piedra contra sus techos y paredes. Ensucia las comidas con estiércol, quiebra los platos, bota o dobla las cucharas, persigue a las muchachas adolescentes, las pellizca, les toca las nalgas, les coge los senos y se las aprieta hasta hacerlas llorar; las muerde, las empuja y las hace caer. A los niños les chupa la sangre mientras duermen, les pega y les hecha agua en la cara.
Este tipo de duende es peligroso cuando está enamorado y no es correspondido, o cuando tiene rival. Si esto ocurre, le raja la ropa a su pretendiente, la asusta a medida noche, la chuza con alfileres, la hace caer de la cama y la golpea. Al contendor lo asusta cuando va de visita, presentándosele como un sapo enorme o una culebra gigantesca, a mitad del camino. Si la novia le brinda un fresco, se lo derrama en la camisa; si enciende un cigarrillo, le quema la boca; si trata de sentarse le quita el asiento para que se caiga y si está de pie le golpea las rodillas para tumbarlo. En fin, si nada de esto ocurre hace que la novia le lleve la contraria en todo hasta que se termine la relación.
En muchas regiones se cree que el duende es un alma que se fue de este mundo si ser bautizada.

La Madre de Agua (Marediagua)
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia
Diseño: Waosolo
Personaje: El Duende
Material: Plastilina

Diseño: Waosolo
Personaje: El Duende
Material: Plastilina
Es, según la creencia, una mujer de cuerpo esbelto, atractiva y hermosa, de cabellera rubia y larga, con buena voz para el canto. Cuando quiere atraer a alguien basta con entonar una canción que escoge especialmente para el momento preciso. Quien la escucha se fascina con el ritmo y la cadencia de su voz melodiosa, con los cuales logra hipnotizar a sus victimas y hacer que la sigan automáticamente hasta un río o una quebrada, para ahogarlas llevándolas después a las profundidades de las aguas, donde tiene su palacio.
La Madre de Agua, se dice, tiene preferencia por los niños a quienes atrae fácilmente con su dulzura y su voz musical pegajosa. Es por ello que los moradores del campo no dejan a sus hijos solos a orillas de los ríos, mientras salen a cumplir sus faenas diarias, pues el peligro de que la Madre de Agua se los lleve es inminente. Los niños flechados por la Madre de Agua se enferman, sueñan con ella, la llaman y la desean fervientemente. Como se dijo antes, basta con que se escuche su voz para seguirla a ciegas, maquinalmente.
Esta mujer escultural y simétrica, según la creencia, también suele presentarse con traje de musgos y lamas, se camufla entre los charcales a la orilla de los ríos, riachuelos y quebradas para atrapar a los pescadores, llevárselos a su estancia subacuática y devorarlos.

La Madre Monte (Madremonte, Madreselva o Marimonda)
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia

Diseño: Waosolo
Personaje: La Madre Monte
Material: Plastilina
Es considerada por los campesinos de casi todas las regiones del Chocó como una especie de deidad tutelar de los montes y las selvas; se viste con chamizas, bejucos, hojas y ramas de árboles y se enraíza en los pantanos. Es alta y corpulenta, con ojos desorbitados, de los que hace brotar chispas de candela. Tiene colmillos punzantes como los de saíno, tatabro o tiburón. Siempre está cubierta de musgos y su cabellera la protege con un sombrero grande de hojarascas que le ocultan la cara. Quienes la conocen dicen que es mitad mujer y mitad monte y pantano.
La Madremonte se encuentra en el nacimiento de los ríos y quebradas, y cerca de las peñas. Aparece en las zonas donde hay marañas y manigua, entre árboles copiosos.
Diseño: Waosolo
Personaje: La Madre Monte
Material: Plastilina
Su misión es cuidar los bosques, las selvas y en general, la naturaleza. Es por ello que ataca con ferocidad cuando hay vientos, tempestades e inundaciones que acaban con las cosechas y los sembrados. De igual manera, lanza gritos estridentes e infernales, precedidos de quejidos furiosos cuando los taladores de árboles y los cazadores invades sus predios. De ella se dice que atrae, con facilidad, a los leñadores que buscan su sustento en las trochas y los caminos; pues, al escuchar sus chillidos ensordecedores, parece que una fuerza hipnótica les ordenara seguir sus pasos entre los matorrales y la naturaleza, donde les hace extraviar su derrotero, días, semanas y meses. Allá los descuartiza y, finalmente, se los come, dejando como residuo solamente un rimero de huesos deformes.
Cuando hay tempestades y los ríos crecen arrastrando palos, troncos de árboles, ramas y hojas secas, regularmente se dice que ello es debido a que la Madremonte está haciendo limpieza. También se dice que cuando el agua se enturbia o se ensucia, es porque la señora -mitad mujer y mitad monte y pantano-, se está bañando; por ello, es recomendable que esos días nadie beba agua del rió o nade en él, ya que su cuerpo putrefacto deja un olor pestilente que contagia produciendo culebrilla, carácter, buba, sarna o tabardillo.
Para evitar la Madremonte, los campesinos le dejan tabaco en sus parajes, pues ella es buena fumadora o, sencillamente, llevan consigo pepas de calabalonga, medallas y escapularios benditos, y varas de cordoncillo.
La Madremonte, también se comenta, defiende de encarecidamente a las doncellas de los violadores y persigue a morir a los vagabundos y esposos concubinos, cuando éstos salen de pesca o de paseo por los bosques, las fincas o las haciendas. A la Madremonte también se le llama Madreselva o Marimonda. 

El Maravalí (Barco Fantasma)
  • Por: Wasolo  
  • Quibdó, Chocó - Colombia
Diseño: Waosolo
Personaje: El Maravelí
Material: Plastilina, Madera, Bolsa, Cáñamo
En la costa pacífica colombiana existe la leyenda del buque Maravelí, que en forma misteriosa viaja por las noches en el Océano Pacífico.
Diseño: Waosolo
Personaje: El Maravelí
Material: Plastilina, Madera, Bolsa, Cáñamo
Los bogas y pescadores ven este buque fantasma en los días de la Semana Santa: sube y baja con las olas y huye de los tifones violentos, según las gentes, lleva lámparas amarillas con candelas en el palo mayor. Su luz refulgente es de tal intensidad que enceguece a los animales, hiela la sangre de los hombres y daña los sembrados.
La rapidez del Buque Fantasma es impresionante según los costeños del Pacífico. En un instantes de encuentra en el Mataje, pasa a la ensenada del Gallo, en las abras de Ancón de Sardinas, o se balancea indolente en la isla de los Cocos o en el Malpelo coralino.
Algunos pescadores de Iscuandé dicen que el Buque Fantasma tiene como mil brazas de largo, quinientos pies de eslora, una gran manga, ochenta pies de puntal y una velocidad incalculable.
Diseño: Waosolo
Personaje: El Maravelí
Material: Plastilina, Madera, Bolsa, Cáñamo
Las gentes hablan de que en el Maravelí se hacen fiestas misteriosas con bailes siniestros, diversiones de aquelarre, música con instrumentos antiguos, y se escuchan gemidos, cadenas, seres que lloran y maldicen, gritos profundos y un ambiente de misterio y desolación.
El Buque Fantasma lo han visto los marinos de Tumaco y los bogas de Barbacoas. Existe la creencia de que es la proyección de un buque que hizo tráfico de esclavos en la época colonial; otros relatan que es el fantasma de un buque que cargaba las riquezas que se obtuvo de las explotaciones del caucho y del cacao de las regiones de la Amazonía, el Putumayo y el Caquetá, y que se hundió en el Pacífico con toda su tripulación.
Existe la creencia de que quien mira de cerca el Maravelí se enloquece, o queda ciego, o muere lanzando gritos espantosos; los perros aúllan y los animales corren presos del terror. El Buque Fantasma viaja sin descanso a toda máquina, estremece los bosques de manglares y llena de misterio la naturaleza. Es el terror de las gentes del litoral pacífico.

El Mohán de Ichó
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia
Diseño: Waosolo
Personaje: El Mohán de Ichó
Material: Plastilina
Se dice que en este caserío vivían dos compadres brujos que, a primera oportunidad, trataron de competir en conocimientos. Uno se transformaba en gallina y otro en pavo; uno en tortuga y el otro en perro, y así sucesivamente. El escenario de sus alardes y demostraciones era el tramo de la carretera Quibdo – Tutunendo.

Diseño: Waosolo
Personaje: El Mohán de Ichó
Material: Plastilina
Una vez uno de los compadres se encontró, a mitad del camino, una curiosa tortuga; la recogió y se la echó al hombro, pero a medida que avanzaba observaba que aquella crecía en tamaño y, obviamente, en peso, hasta que no pudiendo soportarla más la arrojó al suelo. Cuál no sería su sorpresa al verla transformada en su compadre rival, quien socarronamente atinó a decirle: “Gracias, compadre por cargarme; hoy tenía pereza de caminar” y desapareció misteriosamente para esperarlo en Tutunendo, muerto de risa.
Al compadre no le gustó el juego y juró vengarse de alguna manera. Fue así como otro día se fue de caza por las cercanías del Icho, cuando a pocos metros de distancia se encontró en frente a un tigre descomunal con apariencia humana. El animal se le plantó en actitud de ataque y se lanzó para devorarlo, pero el compadre se defendió con la misma habilidad del felino. “Este es mi compadre”, se dijo para sus adentros, y sin pérdida de tiempo rezó el credo al revés, oración apropiada para hacerlo inofensivo y para que no recuperará su estado antropomorfo. Y así fue. El compadre se quedó definitivamente transformado en tigre y se dedicó a arrasar porquerizas y gallineros, devorar vacas y acabar con cuanto animal doméstico encontraba a su paso.
El Mohán había sembrado el pánico en el pueblo de Icho; pues al final de recorrido atacaba indiscriminadamente a niños, jóvenes y adultos. Fue, entonces cuando el señor Marcial Gamboa, veterano de la Guerra de los Mil Días, viejo conocedor de la región y sus misterios, preparo su rifle con dos balas en cruz y se dedicó al acecho de la bestia. Al avistarla bastó con dispararle una sola carga para que, herida mortalmente, dando balazos y lanzando mugidos estruendosos, se estrellara aparatosamente contra los árboles y la maleza de la selva, como si se tratara de una operación exterminio de la naturaleza. Ya agónico, un indio le atravesó el corazón con una lanza de palma, ante el peligro de que, como el ave fénix, la fiera se levantara de entre las ruinas.
Quienes tuvieron la ocasión de ver aquel Mohán depredador aseguran que medía unos tres metros de largo por dos de alto y pesaba más de ochocientos (800) kilos; tenia garras descomunales, en forma de arpón, y confirmaron la visión de su apariencia humana.

La Mula Cuaresma
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia
Diseño: Waosolo
Personaje: La Mula Cuaresma
Material: Plastilina
Diseño: Waosolo
Personaje: La Mula Cuaresma
Material: Plastilina
Una joven enamorada del padre terminaron teniendo un amorío el padre de regalo le dio una cadena que le dijo que nunca se la quitara al tempo la joven quedo embarazada del padre pero el padre desapareció del pueblo dejando a la joven abandonada esto ocurrió iniciando la cuaresma el primer viernes la joven desapareció y se cuenta que esta joven se convirtió en mitad mula y mitad mujer y la cadena que le regalo el padre crecía con el tamaño del pecado que había cometido
Y desde entonces esta Mula Cuaresma como se le llama sale especialmente el primer viernes de cuaresma y el ultimo para matar del susto a los hombres infieles y asustar a los padres y todo el que este en las calles en las fechas de semana santa.







La Pata Sola
Por: Wasolo  
Quibdó, Chocó - Colombia

Diseño: Waosolo
Personaje: La Pata Sola
Material: Plastilina
La Pata Sola o Pata’sola es un mito de las selvas, que se manifiesta como una figura con una sola pata que termina en una pezuña grande de burro o de caballo, de puerco o de chivo. Es una mujer vieja de cabello áspero y enredado, ojos rojizos y brotados, desnuda, con un solo pecho, boca grande, nariz de gancho, brazos largos, labios gruesos y colmillos de tigre. Con una sola pata da saltos gigantescos y mortales, y avanza con rapidez sorprendente.
Diseño: Waosolo
Personaje: La Pata Sola
Material: Plastilina
Es la madre de los animales del monte, encargada de borrar las huellas o los rastros de los animales perseguidos por otros; pero para que esta operación se cumpla debe caminar al revés es, pues, la Pata’sola un ser unípede. A su única pierna se unen los dos muslos. Se dice que es amiga de casi todos los animales montaraces, a los que defiende a capa y espada de otros animales y de los humanos, especialmente de los cazadores, caminantes y colonos.
La Pata’sola, según versión del campesinado, se transforma en mujer hermosa, motiva y cautiva a los hombres, y se los lleva hasta la espesura de las montañas donde los abandona, unas veces sin ofenderlos; otras, triturándolos con sus puntiagudos colmillos. También suelen transformarse en perro cazador, de orejas grandes, o en una vaca, según las circunstancias. De ella se dice, además, que se roba los niños para chuparles la sangre y después abandonarlos en el monte.
La versión popular dice que la Pata’sola era una mujer bella, pero que por libertina le amputaron una pierna con un hacha y la arrojaron a una hoguera hecha con tusa de maíz; por eso, no puede ver el hacha, la candela ni las mazorcas de maíz. Para resguardarse de la Pata’sola los cazadores llevan perros, pues éste es el único animal que siente sus pasos y la avista a distancia, el que mejor conoce los intricados caminos de la selva, dado su oficio de “cazador” y animal domestico que más le teme por que le conoce sus pisadas y su secreto.